De vez en cuando es bueno preguntarse cosas.
Hoy he volado de Madrid a Nueva York y a la media hora de
despegar, un viajero ha comenzado a mostrarse inquieto. Recorría el pasillo y
hablaba al vacío, como si se hubiera escapado del manicomio. Le han cambiado de
sitio y la situación ha ido empeorando.
Nuestro pasajero ha empezado a increpar a otros viajeros que
cada vez estaban más agitados.
La primera en plantarle cara fue una azafata joven y
pequeña, que directamente chilló a nuestro loquete. Lo chilló y se fue.
El loquete siguió haciendo lo mismo.
Mi compañero de asiento, todo un machote español, se levantó
y fue a ver qué pasaba, pero de cerca, aunque a los tres pasos le dijo el
capitán que se volviera al sitio.
Hemos pasado una hora jugando al gato y al ratón con el
pasajero, al que sólo intentaban contener los varones que atendían el avión y
que utilizaban primero órdenes a media voz y luego ordenes gritadas.
Han pasado a nuestro loquete al asiento de
ventanilla y han puesto al azafato más rudo y fornido como tapón en el asiento
de pasillo.
¿La tripulación de cabina tiene alguna noción para tratar
estas situaciones?
¿Al rudo y fornido azafato le pagan más por este cometido?
Hemos volado así hasta 10 minutos antes de aterrizar, que han traído a dos tipos que se han puesto en los asientos paralelos al loquete y al rudo y fornido.
Pues que debe ser verdad.
Al aterrizar han entrado cuatro hombretones a acompañar cordialmente a nuestro loquete que ha salido sin grititos ni pataditas.
Lo mejor de todo es que me ha dado tiempo a ver los cuatro primeros capítulos de Ray Donovan y ahora soy una mujer muy enamorada.
Es el Mal de la Clase Turista, extrapolado a la enfermedad mental. O algo.
ResponderEliminarLo mejor de este tipo de pirados es que no lo disimulan. Más miedo me daría uno que no diera señales hasta que fuera demasiado tarde.
Aunque, bien mirado, la idea de que haya policías de incógnito siempre a bordo no me tranquiliza tanto como debiera. Vista la forma de actuar de la Policía en los últimos tiempos, que nadie se muestre extrañado.
Ay.